viernes, 2 de noviembre de 2012

Bonampak y la extinción de los mayas


Bonampak es un sitio arqueológico maya ubicado en la Selva Lacandona, en el municipio de Ocosingo, en el estado de Chiapas, México y a unos 30 km al sur de Yaxchilán y cerca de la frontera de México y Guatemala, y pertenece a las ciudades de la cuenca del Usumacinta. Se trata de zona arqueológica, que fue dependiente de Yaxchilán. Todas las estructuras del sitio parecen haber sido construidas entre los años 580 y 800.

Su nombre significa en vocablo maya que significa "Muros pintados", y en ello reside la fama de este sitio, ya que sobre los muros de los recintos hay pinturas muy vistosas que aportan mucho acerca de la vida cotidiana de los mayas.

Las pinturas datan del año 790 y fueron realizadas en una compleja técnica donde sobre un enlucido fresco de cal se aplicaron los pigmentos en un medio de agua cal (lechada) mezclado con un aglutinante orgánico. Los murales muestran la mano de un maestro que trabajó en compañía de por lo menos dos ayudantes. Los tres cuartos muestran una serie de eventos de su actualidad con gran realismo. 

El primero representa una procesión de sacerdotes y nobles. Una orquesta toca trompetas de madera, tañe tambores, y toca otros instrumentos; mientras los nobles charlan entre sí. El segundo cuarto muestra una escena de guerra, con prisioneros a los que les son arrancadas la uñas de los dedos de las manos, sentados ante el Señor Chan Muwan de Bonampak. 


Se presume que los prisioneros eran preparados para el sacrificio humano. El tercer cuarto muestra una ceremonia con bailarines ricamente ataviados y usando máscaras de dioses, y a la familia gobernante punzándose la lengua con agujas de maguey hasta hacerla sangrar, en uno de los muchos tipos de sacrificio que practicaban los mesoamericanos. La escena está acompañada por fechas numerales y los nombres de los participantes en la ceremonia.


Mary Miller, profesora de la Universidad de Yale, quien dirige el extensivo estudio de los murales, escribió que "probablemente, ningún artefacto antiguo del Nuevo Mundo ofrece una compleja visión de la sociedad prehispánica como las pinturas de Bonampak. Ningún otro trabajo relacionado con los mayas nos acerca a la vida de la corte con tan gran detalle, lo que hace de Bonampak y sus murales un recurso sin paralelo en la comprensión de la sociedad antigua.

Misteriosa para los contemporáneos, la civilización maya iluminó a América con el legado de una escritura autónoma, exquisita arquitectura y avanzados conocimientos de astronomía y matemáticas. Sumergidas en un largo y oscuro sueño en las profundidades de la jungla, las ciudades-estado mayas se levantan ante el asombro de quienes logran atravesar la espesura natural, para deleitarse con sus perfectos trazados urbanos y la majestuosidad de sus edificios. En el valle del río Homul y entre la tupida vegetación del Petén (Guatemala) se yergue Tikal, una de las más antiguas urbes (330 d.C), con el famoso Templo I de 45 metros donde descansa el soberano Ah Cacau, rodeado de joyas, pedrería y huesos tallados. Cuando los conquistadores españoles llegaron hasta ella, en 1697, cayeron de rodillas al contemplar la Gran Pirámide, la Gran Plaza, la Acrópolis del Norte y los cuatro Templos. Todas esas construcciones sintetizan lo que suele llamarse "la cuna maya". Las tierras bajas del Petén y Tikal (Guatemala) constituyen el núcleo central de esta civilización, donde se conjugaron de manera más armónica los rasgos distintivos de la edad de oro, que entre los años 633 y 830 d.C. ubicó a sus protagonistas en la cima de la historia americana. En la ciudad-estado de Chichén-Itzá, segundo nicho del imperio, sus habitantes, inspirados en el ímpetu de sus ancestros, hicieron resurgir la imponente cultura mesoamericana en la península de Yucatán, unos 200 años después de que se iniciara el retroceso hacia la oscuridad. 

Dueños del sistema grafo más complejo y avanzado de las culturas precolombinas, así como de la regla numérica vigesimal con el concepto del 0, los sacerdotes mayas siguieron el ciclo del Sol y la Luna con exactos cálculos matemáticos. Con ayuda de rústicos instrumentos y métodos aún desconocidos, realizaron asombrosas predicciones de los eclipses solares y lunares; observaciones de los cambios de estaciones y los solsticios y equinoccios. Develaron asimismo la trayectoria del planeta Venus. 

Dicen los estudiosos que las observaciones astronómicas y la cuenta del tiempo de los sacerdotes mayas fue quizás más precisa y perfecta que en el mundo occidental contemporáneo. El observatorio de Chichén Itzá así lo pone a prueba. Hacia 755 d.C. sacerdotes mayas registran un eclipse lunar y para el 1050 comienzan a predecir esos fenómenos hasta entonces inexplicables, mucho antes de que el rey de España, Alfonso X "El sabio" escribiera los conocidos libros del saber de Astronomía (1280). Sumergidos entre las barreras naturales todavía se aprecian, después de 13 siglos, los trazos de una amplia red de carreteras que cruzan el vasto territorio dominado en antaño por los reyes mayas y las obras de ingeniería para abastecer de agua y alimentos a la población. Tuberías subterráneas y baños de vapor se conjugan con lo mejor del intelecto y el arte de los finos decorados de estuco, y las estelas de piedra en que aparece estampado el calendario más avanzado del mundo en ese entonces. 

Los edificios civiles, templos y pirámides más altos de América dieron vida a las primeras ciudades construidas en los territorios de los estados de México, Guatemala, Belice, El Salvador y Honduras cuando los romanos veían desmoronarse su imperio (alrededor del siglo II d.C.). Tikal, Copán, Palenque, Bonampak, Río Bec, Chichén Itzá y Mayapán sobresalen entre los más de 40 centros que florecieron en Yucatán (al norte); las zonas bajas (centro) como Chiapas, las selvas de Tabasco, Campeche , Guatemala, Belice y Honduras; y las montañas (al sur). Esplendor sin límites, rituales y sacrificios humanos a los dioses; guerras intertribales; vida cortesana; leyendas que develan el mítico origen de estos pueblos; intercambio comercial con los foráneos, aparecen plasmados en grandes murales pictóricos y estelas de piedra, que hacen suponer el peso preponderante que para esa cultura tuvieron el saber y el arte.


                                      







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