viernes, 2 de noviembre de 2012

Chichen Itzá y el fin del tiempo maya



Chichen Itzá es un importante sitio arqueológico ubicado en el municipio de Tinum, estado de Yucatán.  Vestigio importante y renombrado de la civilización maya, las edificaciones principales que ahí perduran corresponden a la época de la declinación de la propia cultura maya denominada por los arqueólogos como el período posclásico.

La arquitectura masiva que ha llegado hasta nuestros días y que hoy es emblemática del yacimiento, tiene una clara influencia tolteca. El dios que preside el sitio, según la mitología maya, es Kukulcán, representación maya de Quetzalcóatl, dios tomado del panteón de la cultura tolteca. Dicho esto, hay que considerar que Chichén Itzá fue una ciudad2 o un centro ceremonial, que pasó por diversas épocas constructivas e influencias de los distintos pueblos que la ocuparon y que la impulsaron desde su fundación.

La zona arqueológica de Chichén Itzá fue inscrita en la lista del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1988.3 El 7 de julio de 2007, fue reconocida como una de las nuevas siete maravillas del mundo moderno, por una iniciativa privada sin el apoyo de la Unesco, pero con el reconocimiento de millones de votantes alrededor del mundo.



Diversas teorías apocalípticas sitúan el fin del mundo el 21 de diciembre de 2012. Basan su idea en el calendario Maya, que tiene esa fecha como la última de un periodo de más de 5000 años. Pero, ¿tenemos razones por las que preocuparnos? La respuesta está en el corazón del antiguo imperio, en una ciudad que fue referente de su cultura en un momento de la historia y hoy es uno de los centros arqueológicos más importantes del planeta: Chichen Itzá.

El pueblo Maya fue un adelantado en su época. Dominaron las matemáticas, la arquitectura, las artes y muy especialmente la Astronomía. Tanto, que se basaron en sus cálculos del tránsito solar para levantar con perfección una de las mayores obras del imperio: la Pirámide de Kukulcán

Es el epicentro arquitectónico de Chichen Itzá, en el interior de la península del Yucatán, a orillas del Caribe Mexicano. Con una base de 55 metros de lado y 24 de altura era la puerta a través de la cual, con los rayos del sol de los equinocios, una serpiente de luz descendía de los cielos a la tierra a la hora exacta de un día exacto. Un auténtico truco de magia para la época.

Y fue este conocimiento del cosmos lo que les llevó a realizar una de sus grandes obras: el Calendario Maya. Una cuenta que termina el 21 de diciembre de este año y que a muchos les huele a fin del mundo. Una creencia como otra cualquiera. Sin base ni fundamento.

Puestos de ropa y esculturas de dioses Mayas en Chichen Itzá.

En realidad los mayas no dijeron nada del fin de los días. Solo hablan del fin de un ciclo y del comienzo de otro. De hecho, los mayas no quisieron pronosticar el fin del mundo igual que los expertos afirman que Jesús no quiso crear una nueva religión. Pero para eso estamos los humanos. Para imaginar, para conjeturar, para crearnos grandes historias y luego creérnoslas. Tanto que en México, un país tremendamente cristiano, no son pocos los que tienen fe en ambas corrientes. Creen en Dios. Y también creen en las profecías de los Mayas, que sin embargo adoraban a otros dioses. Una extraña mezcla en la que al final me dio la sensación de que se quedaban con lo más temido de cada una de las historias.

Así que sintiéndolo mucho el próximo 21 de diciembre volverá a ser un día normal, posiblemente muy frío en estas latitudes y calentito en la tierra que vio nacer y morir a los Mayas. Un día en el que la gente apurará a hacer las compras de Navidad, en Madrid meterán las bolas en el bombo de la Lotería, en Donosti se jactarán de comer txistorra y beber sidra y mi amiga Ana cumplirá 34 años. Como otras tantas Anas en todo el planeta.

Y al día siguiente nos despertaremos en el día 1 del nueva era de los mayas y volveremos a sentir que la imaginación humana ha vuelto a jugar con el devenir de muchas vidas. Y tendremos una excusa más para viajar a México y descubrir dónde empezó todo este cuento, en una maravilla perdida dentro de una selva hace unos cuantos cientos de años.









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